domingo, 23 de junio de 2013

Cuenta regresiva

En este camino de buscar la armonía se presentan muchos obstáculos, quiza nombrados cómo tales por nosotros mismos. Tengo en este tiempo una batalla interna contra la palabra, aquella que se calla para quedar bien, para no ofender, para mantenerse en el lugar seguro. Mi voz se oculta en la sonrisa ante la inentendible rueda de acciones ajenas. ¿Acaso me corresponde asentir constantemente a la ceguera?

Ellos no ven, no escuchan, no relacionan la causa y el efecto de sus acciones. Y sé que no soy yo la indicada para el juicio, pero el cosquilleo en la garganta es insoportable. Cosas tan simples como reconocer que si no comes bien, te enfermas; si te embriagas diariamente, se te destruye el hígado y la coherencia; si invades los espacios ajenos, se te cerrarán puertas de comunicación; si te fumas desesperadamente la vida misma, el humo incrementará la distancia. Estoy en el tic tac de un reloj, repitiéndome en el silencio, contando los días, las horas, los segundos.

Busco la paz cuando respiro, aunque a veces me duela el pecho y me ahogue. Me digo nuevamente que el camino es personal e intransferible. ¿Cuántas cosas ellos han vivido para llegar a sus desequilibrios? ¿Cuántos tengo yo? ¿Cuánto hemos de aprender? Cada uno, a paso lento, llegará a ese momento de lucidez espiritual. No será en un abrir y cerrar de ojos, pero tampoco en un infinito negarse a la realidad.

Regreso a mi centro. Respiro, respiro, respiro. Esta vez sigo en silencio por respeto a ellos y a mi misma. Miro a mi costado, a él y su sonrisa de mar profundo. Se trenzan nuestros caminos como el de la luna grande y redonda besando al sol.

Soy imperfecta y por eso avanzo. Tengo de herencia la memoria y el olvido. Me toca dejar atrás la angustia del mundo y quedarme con el horizonte de la esperanza, para que esta vez sí se quede toda la vida.

Estas líneas se convierten en mi ejército de salvación, ese cuyas armas son mensajes reinterpretándome una y otra vez. Alzo mi bandera blanca donde renace la nueva palabra. Una sílaba que me cambia y decreta mi ruta imprescindible:
paz,
paz,
paz.

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