martes, 16 de abril de 2013

Caminos de amor y paz

La sociedad nos llena de desesperanza ante tanta incoherencia, violencia y deshonestidad. Se inventan guerras con fines económicos y políticos, se explotan niños en fábricas legalmente inexistentes, los hijos roban a sus padres, se torturan animales en el nombre del arte o la necesidad y la mentira se vuelve el pan de cada día. Y muchas veces, sin darnos cuenta, nos contagiamos de esos males y de una diaria insensibilidad ante el ser vivo a nuestro lado. Los problemas del mundo parecen convertirse en un gigante terrible ante el cual nunca vamos a vencer. Nos sentimos como la hierba silvestre que sobrevive en la ciudad aunque, en realidad, somos semillas que necesitan despertar. Vemos la sombra del gigante y olvidamos los pequeños pasos en conjunto que podemos dar para realizar cambios concretos. Olvidamos que todo mejora si empezamos a mejorar nosotros mismos, revisando y cambiando nuestra actitudes y hábitos que van en contra de la vida. Ser seres llenos de alegría y luz se ve difícil cuando la ilusión del miedo avanza.

Me he sentido así tantas veces, pero sé que siempre, hasta en los momentos más tristes, vislumbro un hilo de esperanza que me devuelve a la ruta de la claridad. Es una batalla diaria con el entorno y sobre todo conmigo misma. Aprender del lado luminoso de la vida y superar los túneles con paciente esfuerzo son mi diario aprendizaje. Pero, al final de cada lucha, me reafirmo en que promover el amor es el único camino que realmente generará cambios positivos. Me refiero al amor en su sentido verdadero y de desapego. Creo que el amor es la libertad de entregarse al otro con alegría y coherencia; vivir en armonía con la naturaleza; entregar nuestras acciones, con respeto hacia los demás, sin esperar nada a cambio y con las mejores intenciones, sólo por la alegría de hacerlo y tomando en cuenta los deseos, necesidades reales y bienestar del otro. Pero sé que no podemos dar amor si no amamos primero a nuestro propio ser.

El amor florece cuando vivimos sacando a la luz lo mejor de nosotros con la mayor honestidad; cuando somos coherentes; cuando evitamos los pensamientos de prejuicios, burlas o críticas que no aportan a mejorar nada; cuando aprendemos a decir lo necesario y preferimos el silencio si no hay nada positivo que decir; cuando sonreímos, saludamos y volvemos a la trasparencia de los niños; cuando revisamos con humildad nuestro comportamiento e ideas en el afán de ser mejores personas; cuando aceptamos nuestros errores y los corregimos para una convivencia más pacífica; cuando somos honestos hasta en los más pequeños detalles y seguimos nuestros sueños. La armonía del amor se contagia; nos hace brillar por la simple conciencia de entregar nuestra vida por un fin mayor que nuestra propia complacencia.

Y por ello, en medio de mis imperfecciones, aciertos y errores, avanzo en el camino de la paz y el amor. Aprendo, corrijo, retrocedo, camino, caigo, me levanto, pregunto, construyo, espero, me muevo, callo, hablo y me doy el tiempo necesario para cada acción y descubrimiento. Esta ruta está en constante movimiento, desde el corazón, las palabras y las acciones. Somos parte de una sociedad que solo encontrará la cura si nos curamos a nosotros mismos y recordamos que no es lo mismo vivir con paz y amor que justificar actos de violencia en sus nombres. Para vivir en paz, creamos en la paz, creemos con paz, demos paz y seamos paz. No somos pocas las semillas, de esta nueva familia, que ya estamos germinando.
Los 4 acuerdos- Miguel Ruiz





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